“Pedales
por Kibera”
Descripción:
El
proyecto consiste en realizar una ‘bicicletada popular’ de aproximadamente 12
Km entre la plaza del auditorio John Lennon, junto al parking del centro
comercial Barnasud en Gavà hasta el Bar Celavi en el paseo Marítimo de
Castelldefels, donde nuestro amigo Luis nos deleitará con un vermut – pica-pica
mientras la gran banda de Rock SCHIZOPHRENIC SPACERS nos ofrece un concierto exclusivo en formato acústico.
El
precio será de 12€ que incluirán la bicicletada, una camiseta exclusiva de “La
Canción del Nómada”, el vermut- pica pica y el concierto, destinándose
íntegramente la recaudación al proyecto Kigulu de Kibera en Nairobi(Kenia).
Kigulu es un centro para niños huérfanos e infectados por el VIH, fundado en
el año 2006 por Lucy Mayunzu. El centro está conducido por trabajadores
voluntarios también infectados por el
VIH, quienes tienen por objetivo dar una vida digna a los más desfavorecidos,
ofrecer una enseñanza a los ‘sin recursos’ y ofrecer una sensibilización y asesoramiento
sobre el VIH a los adolescentes.
La hora
de inicio será a las 10 de la mañana del domingo 19 de julio, siendo
conveniente estar una media hora antes para hacer el pago y la entrega de
camisetas y tickets para el vermut y el concierto.
La
‘bicicletada’ no tiene carácter competitivo, sino participativo y solidario,
destinado a todo tipo de público.
Para
cualquier tipo de duda, podéis dirigiros a:
657931392
(tlf. Y wassap)
Fragmento del libro: “La Canción del
Nómada”:
-“¿Quieres
conocer a una ‘Mama Tunza’ que vive al lado de mi casa?”
-“¿A qué
te refieres?”
-“Me
refiero a Lucy; una amiga mía que tiene una pequeña y humilde escuela donde da
cobijo a un montón de niños y niñas huérfanos con SIDA…”
-“Pues,
sería interesante, ¿por qué no?”
Una oxidada puerta de chapa se abre lentamente ante
los portazos de Alexis, dejando asomar a una señora negra, vestida con una gastada
bata de colegio, pelo alborotado y olor a arroz recién cocinado. La mujer nos
recibe con una gran sonrisa y sin poder evitar que sus vidriosos ojos derramen
alguna que otra lágrima al ver a Alexis, pero anteponiéndose a la debilidad,
ambos se funden en un emotivo abrazo al que no tardan en incorporarme como si
me conociesen de toda la vida.
Un montón de niños eufóricos de alegría se nos acercan
corriendo, abalanzándose sin medida
sobre Alexis y colmándole de besos y abrazos. Estos pequeños demuestran un
descomunal cariño, digno de unos niños que no han tenido a quien dar ese amor
innato con el que casi todos nacemos, mostrándose ansiosos por vaciar su
corazón en cualquiera que sea capaz de ofrecerles un mínimo de amor.
De entre la multitud aparece una joven muchacha de rostro
curtido, reflejo de una vida en la que la palabra ‘fácil’ pasó de largo. Dueña
unos ojos que atesoran un brillo especial entre la tristeza y la esperanza, me
tiende la mano y me da la bienvenida a su humilde hogar. Responde al nombre de
Lucy, y fue ella quien en 2006 fundó ‘Kigulu’, un proyecto que trata de dar
dignidad un buen puñado de niños huérfanos infectados con el VIH, que de forma
voluntaria, Lucy empezó a recoger de la calle. Desbordada de faena, no tardó en
reclutar a un pequeño equipo de personas también infectadas para que le echasen
una mano en su proyecto, encargándose entre todos y de manera totalmente
altruista del cuidado y educación de estos desangelados.
Lucy me
cuenta un poco por encima la historia de su vida, explicándome que enviudó siendo
muy joven, debiendo enfrentarse en solitario a la crudeza de un barrio como
Kibera desde muy temprana edad, con el SIDA, esa maldita lacra tan extendida
por todo el continente negro, siempre muy presente en su entorno, pero para
Lucy, tirar la toalla es algo que nunca ha formado parte de sus planes. Su
coraje y saber hacer me llegan al corazón, fascinándome su capacidad de
afrontar las adversidades, sin olvidarse nunca de los más desfavorecidos y
dándolo todo por los demás sin nunca esperar nada a cambio.
Kigulu se trata de un proyecto totalmente caritativo,
subvencionado únicamente por pequeñas aportaciones económicas, provenientes de
donantes particulares solidarios de Kenia
y otros países. También se convierten en fundamentales, las recogidas de arroz
y judías que organizan sus vecinos, pues pese a tanta adversidad dentro de este
desierto de marginalidad, todavía existen pequeños oasis de buena vecindad,
donde el sentimiento de comunidad que tan descuidado tenemos en Europa, sigue
haciendo soñar a todos con un futuro, tal vez no prospero, pero sí más humano.
Los niños de
Kigulu, tal y como han venido haciendo la mayoría de los críos africanos con
los que me he cruzado, no dudan ni un instante en invitarme a jugar a la pelota,
haciéndome bromas con total confianza, abrazándome y emocionándome como pocas cosas han conseguido
emocionarme en la vida.
Marcado por la experiencia y con un nudo en la
garganta, me despido de Lucy, comprometiéndome a echarle una mano desde mi
humilde posición una vez llegue a mi casa.
Víctima de la crudeza de una nueva lección de vida,
reparto emotivos abrazos a todos los niños y trabajadores de un centro, donde
la vida es pura poesía y donde la ayuda al prójimo es real y sincera, sin máscaras
ni maquillajes por parte de organizaciones exteriores, con el amor por la vida
como único estandarte.-
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